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Su Vida Un Regalo de Dios

El P. Moisés Lira Serafín, nació en Tlatempa, barrio de Zacatlán, Puebla, el 16 de septiembre de 1893. Sus padres fueron don Pedro Lira Batalla y doña Juliana Serafín Salas, formaron una familia de siete hijos, Moisés fue el más pequeño.

 

A los cinco años de edad, con la muerte de su mamá, inició para Moisés la etapa de orfandad y vida itinerante. A partir de entonces, la figura paterna de su papá le acompañó hasta la edad de los 15 años.

 

En 1911, ingresó al Seminario Palafoxiano de Puebla, como alumno externo, cursó cuatro años de Latín.

 

En 1912, vivió la experiencia de los ejercicios espirituales Ignacianos, éstos fueron decisivos para su vida, le ayudaron a confirmar su vocación al sacerdocio y a la vida religiosa.

 

En 1914, conoció al Venerable P. Félix de Jesús Rougier. Fue el primero en ingresar a la congregación de Misioneros del Espíritu el 25 de diciembre del mismo año.

 

El 4 de febrero de 1917, en la Ciudad de México, emitió su profesión religiosa como primer Misionero del Espíritu Santo.

 

En 1919, inició los estudios de Teología en el Seminario Conciliar de la Ciudad de México y los concluyó en 1922 en el Seminario de Morelia, Michoacán.

 

El 14 de mayo de 1922, fue ordenado sacerdote en la ciudad de Morelia, Michoacán.

 

En el año de 1926, fue enviado a Roma a estudiar en la Pontificia Universidad Gregoriana (1926-1928), en esta etapa sufrió una crisis vocacional, lo que le ayudó a superarla fue el abandono filial en Dios; con la confianza de un niño en los brazos de su madre, hizo voto de abandono y acogió con amor la voluntad de Dios con esperanza cristiana.

 

En 1934, impulsado por el Espíritu Santo, fundó la congregación de Misioneras de la Caridad de María Inmaculada, en la Ciudad de México. Descubrió que Dios le tenía una misión en la Iglesia: esparcir la semilla de la pequeñez espiritual.

 

Recibió el carisma de la Filiación Divina (el ser hijos de Dios), lo vivió desde la pequeñez espiritual.

 

En el año de 1936, expresó: «Me siento con un corazón muy grande para encerrar a todo el mundo, es decir, quisiera remediar todo mal, con una inmensa caridad». Carta al P. Félix, del 26 de julio de 1936.

 

El 25 de junio de 1950, murió con fama de santidad, en la Ciudad de México.

 

Sus reliquias se encuentran en el Templo expiatorio nacional San Felipe de Jesús, en la Ciudad de México.

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